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  • Foto del escritorAlvaro H. Muñoz M.

Debe ser muy duro ser Supermán

Actualizado: 21 may 2021




De niño jugaba a ser Supermán: le pedí a mi tía que me hiciera la capa y ella muy dedicada me la hizo con el famoso escudo de la S en amarillo para que hiciera contraste; a mi hermano le hicieron la de Batman y éramos invencibles: volábamos y saltábamos por encima de todo lo que se nos atravesaba y peleábamos todo el día contra villanos y monstruos invisibles para al otro día volver a salvar al mundo de una nueva amenaza… estoy seguro de que todos los niños de mi generación hemos tenido esa experiencia y la recuerdo con agrado cuando veo a mi sobrino disfrazado de Pantera Negra asumiendo los gestos y haciendo las patadas de su superhéroe favorito. Si… sería sin duda algo extraordinario poder volar y cruzar el planeta en segundos, detener balas con el pecho, acabar con la criminalidad, ver a través de las paredes y muchas cosas más.

Era sin duda uno de mis juegos favoritos… me hacía sentir poderoso y me conectaba con la fuerza interna que todos llevamos dentro; después de que crecí, de vez en cuando me gustaba recordar esas aventuras… hasta hace poco que se me atravesó un pensamiento: “debe ser muy duro tener que ser Superman…” y es que, viendo la vida del hombre de acero, hay muchos aspectos que no se nos muestran más allá del traje azul y su supervelocidad:

Kal-el viene de un planeta destruido del que fue enviado a todo riesgo por sus padres para protegerle la vida; es el único que queda de su raza… es un desplazado… llega a un mundo que no podría entenderlo y sí le temería, así que muy pronto tiene que aprender a no ser él para poder encajar; sus padres adoptivos con la mejor intención, le enseñan a esconder su naturaleza y ocultar sus habilidades y como si fuera poco, de entrada, le cargan la responsabilidad de salvar a la humanidad.

De joven, en la edad en que se construyen lazos importantes y se reafirma el yo, tiene que privarse de ser transparente con sus amistades y relaciones porque podrían exponer su identidad, y como adulto, Clark Kent tiene que vivir cuidando una doble personalidad: ante el mundo, el reportero tímido, torpe e inseguro por el que nadie apuesta; ante el peligro, el invencible, el que no puede fallar, lleva a su espalda -al igual que Atlas- el peso del mundo con todas sus expectativas.

Tiene que ser perfecto, estar siempre sonriente, dar buen ejemplo, firmar autógrafos, tomarse fotos, apoyar las causas, etc.

Además, tiene una novia reportera muy inteligente e intrépida que se las arregla para meterse en los problemas más retorcidos posibles y de paso poder conseguir un Pulitzer, porque sabe que si o sí, el súper héroe va a llegar a salvarla… no importa qué sea lo que él esté atendiendo en el momento.

Y para cerrar con broche de oro, se hace de un archienemigo genio, millonario que además conocer su única debilidad (Kryptonita), ser capaz de conseguirla y de producirla artificialmente, también puede usar en su contra sus mayores debilidades, pues Lex Luthor no pelea afuera… él pelea desde adentro: juega con la psique de Supermán, juega con lo que ama y juega con lo que teme; por eso puede ponerlo en jaque. Luthor sabe que el juego no es a corto plazo y en cada enfrentamiento con el hombre de acero aprende algo de él para usarlo en su contra más adelante; su juego es a largo plazo como lo hace el maestro del ajedrez… de esta manera en cada batalla, en cada enfrentamiento Luthor gana cada vez, un poco más.

Y el súper hombre tiene que lidiar con todo esto mientras inventa excusas, mentiras y evasivas para cumplir medianamente con sus compromisos laborales, sin hablar de los sociales, pues para Supermán no existen fines de semana, festivos ni vacaciones: todos los días se descarrila un tren o cae un misil en alguna parte del mundo; todos los días surgen amenazas e inconvenientes que le impiden tener una cita normal y tranquila con Louis Lane; seguramente tampoco le es posible almorzar y mucho menos dormir tranquilo teniendo un super oído que escucha los gritos de la gente en peligro a millas… no puede decir que no…

Su mundo emocional debe ser un desastre: entre la culpa por ocultar quien realmente es y llevar una doble vida ante quienes ama porque los pondría en peligro si se mostrara, el estrés de llegar a tiempo para salvar el día y la andanada de mentiras que le tiene que inventar a su jefe y compañeros de trabajo, es seguro que Supermán no tenga un instante de paz y quietud en ningún momento del día, y si lo llegara a tener, muy seguramente lo usaría buscando a otros posibles sobrevivientes de Krypton en el universo, para poder relacionarse con alguien como él, que comprenda su situación.

Debe sentirse solo, incomprendido, frustrado y sin poderlo expresar… sin poder patear algo porque saldría volando como un meteorito y podría dañar a alguien, sin poder golpear una pared porque se desmoronaría, sin siquiera poder gritar porque la explosión de la onda sónica, su super aliento o su visión de rayos X tal vez borren una gran zona a su alrededor, quizás su única salida pudiera ser salir del planeta por un momento a patear asteroides… pero no sabemos qué desorden puede ocasionar eso en el universo… tampoco se puede permitir pedir ayuda profesional porque, ¿cómo se vería el hombre de acero en terapia?... o quizá ¿quebrado, tomándose un trago en un bar?, por ejemplo.

Y lo peor, es que mientras él cree que nadie en la tierra podría comprenderlo porque eso solamente le pasa a él -el último hijo de Krypton- al mismo tiempo en la tierra en cada casa, en cada oficina, en cada comunidad, estamos llenos de silenciosos e incomprendidos super-hombres y super-mujeres que no se permiten reconocer, conectar y expresar lo que sienten porque también creen que tienen que salvar al mundo, salvar un hogar, salvar una relación, cuidar de una familia, conseguir clientes y negocios para la empresa, cuidar de un indicador o cargar en su espalda al equipo de trabajo… porque siempre hay una imagen que cuidar.

Ellos, también posiblemente heredaron de sus familias una misión, y sin darse cuenta se cargaron el peso del mundo a cuestas, pero no saben cómo soltarlo por temor a que su mundo colapse, que alguien se vaya, que defrauden a alguien, que se diga o se piense algo terrible de ellos, que algo se rompa… por ello prefieren romperse ellos mismos hasta donde su cuerpo aguante, mientras de manera silenciosa primero su mente y luego su espíritu va flaqueando y poco a poco el Lex Luthor interior y sus secuaces ganan terreno a través de la enfermedad, la languidez, el agotamiento y la depresión.

Pero afortunadamente nosotros no tenemos que llevar la responsabilidad de vestir el traje azul en un turno 7/24…

sí podemos hacer una pausa,

sí podemos reconocer lo que está mal,

sí podemos aceptar y asumir lo que sentimos,

sí podemos mostrar nuestra humanidad,

sí podemos llamar a alguien,

sí podemos pedir ayuda,

sí podemos cambiar nuestra vida.

¿verdad que sí?


Si lo que acabas de leer te describe a ti o a alguien que conoces, con gusto estaré aquí para conversar sobre ello.



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