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  • Foto del escritorAlvaro H. Muñoz M.

Brillar puede ser peligroso

Actualizado: 21 may 2021



Todavía recuerdo muy bien ese evento: tenía como diez u once años, estábamos en clase de matemáticas y el profesor nos puso un reto; un problema para resolver… nadie estaba dando signos de poderlo hacer y el profesor para estimularnos dijo que si alguien lo resolvía antes de que terminara la clase le pondría la máxima calificación y si no, quedaría de tarea para hacer en casa… yo me sentí estimulado mas que con su propuesta, con el reto de ser el primero que lo resolviera y cuando ya sonaba la campana para terminar la clase, mientras el profesor recogía sus cosas y se despedía, le grité: “¡espere profe!... ¡un minuto más!” y me levanté desde la parte de atrás del salón con una mezcla de ansiedad y alegría, crucé entre las filas de pupitres sintiendo la mirada punzante de algunos en mi nuca en medio de la tensión y el silencio, recorrí todo el espacio y le entregué la hoja; él se devolvió, revisó los cálculos, sacó su planilla de calificaciones y puso un 5.0 en la fila con mi nombre, me felicitó y salió del salón.


Yo me devolví a mi puesto lleno de satisfaccón por mi logro, y no había siquiera terminado de sentarme en mi pupitre cuando una voz detrás de mí rompió el silencio y murmulló: “tenía que ser Muñoz…” yo me quedé callado sin atreverme a mirar hacia atrás… sabía que si lo hacía me podría meter en un lío… probablemente el compañero que había lanzado el comentario se sentiría desafiado y habría quienes lo apoyaran, pero yo no tendría apoyo. Me encontraba en desventaja y era mejor callar y pasar “de agache” como decimos en Colombia.


Lo que yo no sabía es que eso se convertiría en una pauta en mi vida después y que, en adelante, tendría muchas oportunidades de brillar pero que inconscientemente mi cerebro elegiría hacerlo hasta cierto punto y pasar desapercibido a partir de ahí para no ser objeto de burla, rechazo o humillación. Fue entonces como se generó en mi un patrón de éxito-fracaso en el cual yo resaltaba por ser brillante y tener buen rendimiento, pero a la hora de mostrarlo no era capaz de hacerlo o cuando lo hacía por fuerza de voluntad, no era capaz de sostenerlo por mucho tiempo. Ante la posibilidad de éxito yo me sentiría ansioso, temeroso e inseguro y mi cuerpo se pondría rígido, sentiría un vacío en el pecho, hormigueo en el estómago, las manos sudorosas y junto con los pies se enfriarían al extremo.


Con el tiempo, y a través de la práctica de la Metodología AONC (Auto Observación Neutro Consciente) he logrado ir decodificando esto y en varias sesiones he llegado al mismo evento, cada vez con una aproximación diferente; es sorprendente cómo el mismo episodio, que no duró más de cinco minutos, puede generar un abanico de emociones y creencias limitantes: comenzando por la ansiedad, pasando por el temor al ridículo, la vergüenza, el miedo a la agresión física, la frustración para cerrar en la ira.


El poder liberar todas estas capas emocionales, me ha permitido no solo recordar el evento con serenidad, sin malestar en el cuerpo, y sin emociones desagradables si no, reconocer la importancia de darle un lugar a lo que se desea en la vida y poderme mover hacia mis objetivos y metas con mayor facilidad.


  • ¿cuántas veces nos negamos lo que realmente deseamos por temor a lo que los otros dirán o pensarán?

  • ¿cuánto hemos dejado de ser nosotros, para ser lo que los demás esperan?

  • ¿cuánto hacemos “lo correcto” para nuestra familia, pareja y comunidad, alejándonos cada vez más de lo que realmente somos y queremos hacer?


Hace unos años tuve un caso de un consultante: un arquitecto maravilloso, con muchas capacidades… tuvo una especie de quiebra y por sugerencia y con la ayuda de un familiar terminó empleándose en una empresa, pero eso no lo hacía feliz; cuando me contactó pude ver rápidamente que lo hacía para conservar su familia y su estilo de vida, pero que poco a poco se estaba consumiendo en la frustración; luego de unas cuantas sesiones supe que ya no trabajaba en la empresa y que se independizó nuevamente; hace tiempo no hablo con el pero me di cuenta en estos días que ahora es gerente general de su propia empresa.


Es importante reconocer el derecho que tenemos a brillar, a lograr, a alcanzar nuestras metas y objetivos y sobre todo a hacerlo valer: tal vez en aquel momento yo debería haberme dado la vuelta y haberle dicho algo a ese niño que me reclamaba por haber hecho lo que él no había podido hacer, o tal vez no… no lo sabré.


Algo que sí se hoy, es que podemos asumir ese y más derechos: el derecho a triunfar, el derecho a brillar, el derecho a ser más felices, más saludables, más exitosos. También se que para ello debemos vencer ese temor a lo que se diga o se piense de nosotros.


Si algo de lo que he puesto en estas palabras se te hace conocido, si de alguna manera te identificas con este escrito y quieres hacer algo para reclamar tu derecho a brillar, con gusto estaré aquí para acompañarte en ese camino.







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